En Donostia existe una calle donde Jon A., importante editor de una revista cultural de Navarra, intentó crear uno de los más importantes premios mundiales de beber chupitos de foie líquido y después comerse el vaso, o vasito, de cristal débil, pero cristal al fin y al cabo. Desde diferentes puntos de la península vinieron casi dos mil participantes, la mayoría hombres, escritores todos y de entre entre treinta y cuarenta tacos... Y todos murieron atragantados por un simple bolígrafo Bic de tinta negra. Era el paso previo para conseguir el preciado líquido. Fue otro de los absurdos precios, que a veces esporádicamente, somete el destino cruel a los editores o escritores cretinos, que en lugar de tender puentes de inteligencia sólo saben desarrollar gran parte de las cojas infraestructuras mentales en casinos y casas del malvivir(!)... Serpientes también lejanas de origen, se largaron de un modo parecido, entre gritos de que se comportaran o se llevaran el premio (dos conejos blancos), pero que en la calle de Jon no volvieran o volviesen nunca más. Y en la cueva perduran los mismos cruces, modos y leyendas con el mismo huevo duro en la boca...
Son tiempos raros para los toques de baraja. Además se rompe todo o el lodo mide alto.
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